Por: Rubén Naranjo Rodríguez
Parece repetirse la sentencia de que las buenas noticias, no son noticia… todo lo contrario. Albergábamos una lejana esperanza de que aún se pudiera hacer algo desde la educación, sobre todo la educación, desde el consenso, la búsqueda del diálogo y la convivencia. En el respeto en definitiva. A la vida y a la palabra. Pero no ha sido así.
Quizá era pecar de ingenuo… pero así nos comportamos cada día cuando acudimos a un centro educativo con el noble afán de contribuir a que esas personas que llegan a nuestras aulas… salgan un poco mejor de lo que entraron. Con más ganas de vivir, de luchar, de comprometerse, de mejorar… o al menos no empeorar el mundo que les ha tocado vivir. Y uno quiere sentirse cómplice, como maestro, de esa transformación… Pero vemos que no es así.
El mundo ha perdido un árbol… ¡¡¡vaya bobería…!!! ¡¡¡Todos los días se pierden millones y no pasa nada…!!! Sí, aquí ha sido uno solo, el Laurel del Lomo Apolinario, y también no pasa nada. Ante la miserable mentira, la manipulación, la cobardía, la indolencia, la sinvergüencería, … como diría aquel Vladimir Illich Uliánov, ¿qué hacer? … Pues seguir luchando. Algunos son ricos en cuentas corrientes, otros se creen ricos en poder porque se escarranchan en un cargo, … pero son muy, muy pobres… pobrecitos. A veces nos vencen, tienen la fuerza de la sinrazón, pero desde luego, ni nos convencen… ni la historia les absolverá.
En un día triste, cuando un amigo me ha confirmado que el árbol por el que muchos de nosotros luchamos para que no fuera talado, ha sido eliminado salvajemente, viene bien releer al amigo González Díaz. Y sigamos sembrando, por más que en tantas estériles y ruines cabezas, no crezca más que miseria, pura miseria… Si los que tienen que «educar» actúan así, miserablemente, poco nos debe de extrañar cuando vemos a los mataos botarse a un campo de fútbol a robar una botella de agua…
Rubén Naranjo Rodríguez
Francisco González Díaz, Diario de Las Palmas, 21 de agosto de 1901:
«… La cultura hace respetar el árbol como elemento de progreso, de higiene y de bienestar; lo busca, lo planta, lo cuida y lo mima, como agente de innumerables beneficios. Tan es así, que ya la vulgar sabiduría discurre la fórmula de una gran verdad práctica fundada en el fomento del arbolado, fórmula cuya enunciación pudiera ser ésta: muéstrame tus árboles y te diré quién eres. Con arreglo a semejante fórmula, ¿qué debería decirse de las colectividades que no tiene árboles que mostrar y de las ciudades asentadas como Las Palmas entre arenales pedregosos? … Las Palmas sigue reinando en la sequedad más espantosa del desierto, mientras que el descuajamiento de los pinares de Gran Canaria continúa. No comprendo el horror al verde de que se ha dado constante prueba en este país. … Si el verde no daña, señores míos; si por el contrario, limpia, fija y da esplendor como la Academia de la Lengua…
Las Palmas no será una ciudad habitable, en tanto que aparezca erigida en la más desolado de la Arabia pétrea, ni será un centro de civilización en tanto que la dominen la apatía o la incurría. Vestir de verdura los áridos montes que la ciñen, dotarla de jardines, avenidas y calles arboladas, debe ser el primer capítulo del programa de reformas por cuya realización clamamos.
Pero en ese programa, poco se dice de árboles. El horror al verde no está aún vencido. El ejemplo de los pueblos cultos, la sobra de López Botas nada nos enseñan, …»
Francisco González Díaz
Miguel Cruz Sinsola dijo:
Una vez más se sigue atentando impunemente contra lo que la naturaleza nos proporciona y nos hace albacea de una riqueza que tenemos que honrar como legado para las generaciones futuras. «Que vergüenza», cuando además, los que lo realizan pretenden que formemos personas competentes en educación ambiental.
Rubén Naranjo Rodríguez dijo:
Amigo Miguel, usted como buen pedagogo, que no, «pedabobo», que tanto abunda en esos centros de la mala educación, ha dado en la tacha. Habla de «personas competentes»… Y ese es el problema, quienes dirigen, es un decir, los centros educativos, suelen ser cachanchanes, mamporreros de la Administración… salvo honrosas y contadas excepciones… Dicho de otra forma, los que hacen la vida imposible en los centros educativos, para el profesorado y el alumnado, son los que se comportan como correas de transmisión de esa Consejería de la mala Educación… antes de la Mila-gritos… ahora del Mudito.