Texto de la intervención de María Antonia Perera Betancor, amiga y colaboradora de Rincones del Atlántico, nueva Directora General de Patrimonio Cultural, en la presentación del número 10 de Rincones del Atlántico. Museo de Naturaleza y Arqueología – MUNA. Santa Cruz de Tenerife. 24 de enero de 2020.
Buenas tardes
Todas las revista Rincones del Atlántico que se han editado, incluida la número 10, cuentan una historia que por hilada y por su temática tan variada como redundada, las personas que la leemos y releemos podemos elegir entre vivir en las historias publicadas o en el tiempo. Muchos de sus artículos se refieren a otros periodos, pero adolecen de fecha de caducidad.
Los múltiples escenarios que ofrece Rincones del Atlántico no nos permiten elegir vivir en el pasado, pero sí en el tiempo actual visualizando y caminando hacia las historias que queremos y necesitamos para el futuro inmediato, que son las que pretendemos y las que exigimos para el planeta.
Nos expresamos con estos términos porque entendemos que las historias que difunde esta revista ordenan nuestros recuerdos y esperanzas, y delinean de forma significativa nuestra vida, la individual y la colectiva. Aunque las diferentes sociedades que han vivido y se desarrollan en la Tierra han encontrado variadas formas de concebir y de habitar su lugar en el mundo, Rincones del Atlántico ofrece la suya, que además es la que compartimos y trabajamos por ella.
La revista muestra la cosmografía sagrada de Canarias, aquella que se ha provisto de todas las paredes necesarias para conservar los suelos y los paisajes que se reproducen en esas fotos maravillosas que ofrece en cada número. En ocasiones, estas se imprimen junto a la imagen del pasado, con frecuencia sin colorear y sin tildes de nostalgia, pero con el mudo reproche por no existir, por abandonar la lentitud que exhibe y presume la revista, en el intento de que las barreras entre el pasado y el presente se desvanezcan, que solo sean ilusorias en la misma medida con la que surgen las ganas de que regresen.
Rincones del Atlántico invierte su enorme, extraordinaria y cualificada fuerza de trabajo en construir el deseado momento de editar un nuevo número y aquí nos encontramos, para apoyar y celebrar este acontecimiento que nos muestra la grandeza del trabajo bien hecho, del detalle definido y sin sombras de sospecha, de las frases sabias, señalando el futuro fundamentado en la deconstrucción, el decrecimiento, el descenso, regresando a donde venimos, iluminándonos el retorno y marcando el paso para evitar el colapso, para alcanzar la era post-petróleo, para practicar una economía biofísica, para encontrarnos los seres de la Tierra sin más condiciones que desarrollar el derecho a vivir.
Alma Guillermoprieto, cuando recibe el premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades expresa que “no nos falta valor para emprender ciertas cosas porque son difíciles, sino que son difíciles porque nos falta valor para emprenderlas”. No es el supuesto de Rincones del Atlántico, a quien le sobra audacia y firmeza, como lo refleja la sucesión de miles de páginas editadas, el abordar un vastísimo y completo trabajo sobre la arquitectura doméstica, en centrarse en la agricultura, la arquitectura bioclimática, la poesía, la gestión de bosques urbanos, los dragos, la flora, la avifauna de las salinas, en Domingo Bello y Espinosa, en la sabina y los sabinares, las gavias de Fuerteventura, en el grado de abastecimiento y el fomento de la actividad agraria en las islas o los ecocomedores, que son, entre otros, algunos de los temas que estructuran la edición que aquí se presenta.
Rincones del Atlántico sabe que las personas no nos sentimos cómodas solo con las ideas, que necesitamos algo tangible, vincular la abstracción con elementos que podamos tocar y sentir, por ejemplo, con un objeto, un lugar y un momento concreto: una revista, el museo guanche, el aquí y el ahora. Su edición se pauta en un tiempo determinado que a veces se alarga entre número y número y esto nos impacienta. Claro que como expresa el escritor austriaco Stefan Zweig, “la pausa también forma parte de la melodía”, pero, añadimos, que la musicalidad no cese de golpe y aquí, para evitar la parálisis, entramos en escena todas las personas que estamos en la sala.
Rincones del Atlántico constituye una realidad física, la tangibilidad que necesitamos para entrar en contacto con los deseos, con las ideas ideales, para materializar nuestros sueños, para vivir encontrándonos.
La parada musical no es el vacío, es un paréntesis que contiene el sonido del silencio, el de la espera y que nos sirve para establecer un símil, por ejemplo, con las manifestaciones rupestres de las poblaciones aborígenes de Canarias, donde su estructuración nos indica que las piedras no intervenidas conforman igualmente la estrategia seguida para humanizar, por ejemplo, La Zarza en La Palma. Las piedras desprovistas de golpeteo en ese espacio sacralizado pautan las intervenciones, son el sigilo, el preambulo o antesala de la llamada a las diosas y dioses para que traigan la lluvia desde el cielo.
Felicidades a Rincones del Atlántico, muy especiales a Daniel Fernández Galván, a quien con frecuencia le modificamos su primer apellido y le extraviamos el segundo para adoptar exclusivamente el de Rincones, ya que también es conocido como Daniel Rincones, fusión de su nombre, mejor, de su persona con su trabajo, que igualmente lo define.
Gracias, porque además del aspecto grato que deriva del placer de leer la revista se encuentra otro fundamental, que es el hecho de que con la existencia de su revista se incrementan las voluntades particulares y comunes de trabajar en beneficio del planeta, de la casa común y exclusiva que disponemos los seres de la tierra.
Felicidades a las miles de personas que apoyan este proyecto estableciendo una relación de mutualismo con Rincones del Atántico. Ello no significa que si seguimos implicadas en la revista, su continuidad está garantizada, que también, sino que hace injustificable el fracaso de la edición, la desaparición de una parte de la herramienta más valiosa que poseemos: la cultura que desprende Rincones del Atlántico.
Pero no nos engañemos, si salimos del foco que esta noche ilumina a Rincones del Atlántico, cuando la luz se apague y mañana siga saliendo el sol periódicamente y sin faltar a su cita descompensada con la luna, se exterioriza la dureza del trabajo que demanda Rincones del Atlántico, porque es inextinguible la lista de tareas y de funciones que se han de desarrollar y acometer, antes y después de su edición.
Manifiestamente Daniel sabe que el patrimonio natural y cultural que nos remite al pasado tiene que servir para algo más que para recordar, y el perteneciente al presente, junto al anterior, vertebran a la sociedad que vive en un conjunto minúsculo de islitas e islotes, apenas unos granos de arena imperceptibles desde la órbita, pero que para nosotras es un mundo, gigante, inabordable por su magnitud y grandeza y que hemos de merecer para vivir en él.
Señalo dos características fundamentales de la producción de Rincones del Atlántico que apoyan su condición de perdurable:
1. De su existencia se deriva felicidad y bienestar para quienes la leemos.
2. Produce placer a quien la elabora.
No resulta dificil reconocer lo evidente: los fines que fundamentan el propósito de la revista son tan sencillos como comprensibles y por ello, alcanzables. Sigamos adelante.
Muchas gracias.
María Antonia Perera Betancor