Álvaro Santana Acuña ¹
¿Quién en las generaciones futuras creerá esto?
Yo mismo, escribiendo como testigo, apenas puedo creerlo.
Bartolomé de las Casas, Historia de la destrucción de las Indias.
Desde 1999 el centro histórico de la ciudad de La Laguna sufre una de las transformaciones más profundas y violentas de su historia. Esta transformación se ha acelerado desde 2008 mientras el Ayuntamiento no intenta frenarla. Al contrario, es su principal promotor. ¿En qué consiste tal transformación?
No se trata solamente del exterminio de las viviendas más representativas de la arquitectura doméstica canaria, como las casas terreras y sobradadas. Además continúan las reformas irreversibles de monumentos, como el ex convento de Santo Domingo o la sede de la Real Sociedad Económica. Pero esta transformación tiene dos consecuencias todavía más salvajes: la liquidación del pequeño y mediano comercio local, y la expulsión de residentes del centro histórico.
Imagino que usted se está preguntando: ¿cómo ocurre esto en un lugar que la UNESCO declaró Patrimonio Mundial en 1999? Porque el Ayuntamiento ha contratado a una empresa privada multinacional para gestionar el centro histórico. Esta multinacional, «Arquitectura Urbanismo y Cooperación», opera en más de quince países y de ella es accionista María Luisa Cerrillos, quien está al frente de una dependencia municipal pública: la Oficina de gestión del centro histórico lagunero.
Esta multinacional desembarcó en La Laguna después de la declaración de 1999, atraída por la gallina de los huevos de oro. Y el grupo canario de funcionarios y expertos que trabajó más de diez años para obtener el título de Patrimonio Mundial fue ninguneado por la corporación de Ana Oramas, que contrató a la multinacional de Cerrillos.
La multinacional ha implantado el neoliberalismo más salvaje dentro del centro histórico. Yo lo llamo “neoliberalismo patrimonial”, el cual funciona como el neoliberalismo económico que ha dejado a España con más de cinco millones de parados. En La Laguna, el neoliberalismo no consiste en liberalizar las transacciones económicas, sino en liberalizar la protección y el uso de los edificios históricos.
En 2005 un informe de expertos canarios y peninsulares sobre el PEP alertó de que la multinacional y el Ayuntamiento habían descatalogado más de cien casas protegidas y rebajado el nivel de protección de varios edificios monumentales. ¿El objetivo? Legalizar obras en esos inmuebles para convertirlos en galerías comerciales y sedes de franquicias. El nuevo ejemplo de una larga lista es la casa en la esquina de Herradores y Maquila. Se demolió completamente su interior y hoy acoge una franquicia del Grupo Número 1.
La liberalización del uso de los edificios históricos está aniquilando al pequeño y mediano comerciante. En enero cerró la Papelería Vera, un negocio familiar y centenario. Recientemente cerraron las dos peluquerías de principios del siglo XX. Estos y otros negocios familiares superaron las consecuencias económicas de dos guerras mundiales, una guerra civil y una durísima posguerra. Pero no pudieron con diez años de neoliberalismo patrimonial promocionado por una corporación nacionalista que dice proteger los intereses de las familias canarias.
Evidentemente siempre hay comercios que abren y otros que cierran. Pero si exceptuamos bares, tascas y tiendas de ropa, la salvaje realidad es que la mayoría de los negocios cerrados no son reemplazados por comercios locales, sino por capital foráneo buscando el beneficio inmediato a costa de lo que haga falta: incluido nuestro patrimonio y nuestra gente. La Papelería Vera será sustituida por una franquicia del Grupo Número 1. Otro comercio histórico, la Zapatería Godiño (creada en 1859), cerrará pronto. En vez de preocuparse por estos comerciantes locales, el Ayuntamiento apoya sin escrúpulos la apertura de un centro comercial en el centro histórico, proyectado por el Grupo Número 1.
Pero la transformación más trágica y silenciosa es la progresiva expulsión de residentes de las calles principales del centro, indefensos ante la subida de los alquileres y la presión del capital foráneo deseoso de convertir viviendas familiares en oficinas y demás. Como los comerciantes locales, estos residentes han sido “apuñalados” por una corporación que dice defender a los canarios pero que, en realidad, sólo vela por intereses privados y multinacionales.
Hoy el centro histórico lagunero es una “colonia”, patrimonio de una multinacional y saqueada por un puñado de franquicias desalmadas. Todo ello apoyado por una corporación supuestamente nacionalista. ¿A qué esperan las y los laguneros para recuperar el control del centro histórico? ¿Esperan al mamotreto del mercado municipal que acompañará a la sede del nuevo juzgado? ¿Esperan a que sea destruida la capilla de los plateros en la calle 6 de diciembre para el paso del tranvía, como ocurrió en Santa Cruz con la fuente de la Plaza de la Paz? ¿Qué quedará del centro histórico cuando la multinacional y las franquicias adviertan que la gallina deja de poner huevos de oro?
¹Historiador y sociólogo. Universidad de Harvard. Correo electrónico: asantana@fas.harvard.edu