Cándido Quintana
Érase una vez…, en Tenerife, en una de las pequeñas islas que conforman las Canarias, conocidas como afortunadas por los dones naturales con los que les obsequió la madre naturaleza, pero venidas a muchísimo menos por la maldita especulación, no exenta tampoco de maldita corrupción, por obra y gracia de unos no menos malditos políticos. Érase una vez, cuando aún se anteponía el Interés General al particular, cuando, con muy escasos recursos, se afrontaban obras realmente necesarias, con la congruencia como bandera, pero…
Pero llegó lo que nunca debería haber llegado, la asquerosa política del “todo vale”, ignorando al Pueblo y desoyendo sus necesidades reales, mintiendo como bellacos tras campañas electorales preñadas de promesas interesadas para la captura del voto. Ha sucedido de nuevo, el Pueblo de San Andrés se ha visto azotado por otro durísimo temporal marítimo, que les ha ocasionado innumerables destrozos, fruto de otra promesa electoral que ha quedado en el olvido, como de costumbre, a pesar de su enorme necesidad y reducido coste.
Me estoy refiriendo a la escollera de protección del frente de San Andrés, una demanda vecinal que se viene repitiendo desde hace algunas decenas de años, por tratarse de una necesidad muy perentoria reconocida por todos, que vuelve a dejar gravísimas secuelas, con seguridad mucho más caras que el coste de su solución definitiva, una simple escollera. Muchas personas nos hemos sumado a esta demanda vecinal, la Plataforma de Defensa del Puerto de Santa Cruz lo ha hecho también de forma reiterada, pero la sordera se ha impuesto por encima de su necesidad y por otras razones que deberían ser investigadas y castigadas.
Y es que esa simple escollera, que hubiera frenado tantos daños año tras año, políticamente no se concibe sin el pelotazo de turno a su abrigo, en este caso una marina privada que tantos réditos pretendían algunos que les dejara, eso sí, haciéndole un huequito para acallar protestas, al también demandado desde siempre refugio pesquero. Y ello invadiendo de forma grave e irreversible la mayor parte del frente de San Andrés, cuando la mayoría estamos por tener abierto ese frente, sólo con su escollera y dándole cabida al refugio, cuyo coste no sería muy elevado, pues la escollera, si se hace en condiciones, podría servir también como su dique exterior de protección, con un considerable ahorro.
La violencia del mar que pudimos ver hoy en San Andrés es muy preocupante y podría conllevar, en cualquier ocasión, mayores desgracias, más allá de los daños materiales que generalmente ocasiona, y hay que ponerle freno ¡YA! Estamos echando en falta a políticos que separen el trigo de la paja, que entiendan, “de una vez”, que San Andrés necesita de forma muy perentoria su escollera y que ello no debe ir unido a pelotazo alguno, y la marina privada lo sería. Y cuando hablo de esto, también me acuerdo del dique de la Escuela de Náutica, dañado por el mar hace ya muchos años y que aún sigue igual, porque, tal y como sucede en San Andrés, no conciben su arreglo, también de bajo coste, sin el pretendido pelotazo de otra marina privada, de momento abortada por las protestas vecinales.
También me acuerdo del mamotreto, del “indecente mamotreto”, y de todas las mentiras que se han sacado de la manga para hacerlo realidad. Hoy también pude contrastar, “por enésima vez”, que esta horripilante edificación, cuyo derribo está tardando demasiado a pesar de que está espantando a demasiados visitantes, se encuentra “íntegramente” dentro del DOMINIO PÜBLICO marítimo-terrestre. La mar de hoy superaba por lo menos en un metro de altura su planta alta, no la cubierta, hice comprobaciones con una persona que estaba dentro posiblemente por el temporal. Si delante no hubiera estado la carretera elevada que hicieron, que se utilizó hasta hace poco tiempo, y algunos otros impedimentos existentes, el agua del mar lo hubiera anegado totalmente.
Las insaciables apetencias empresariales las conocemos, no se si en todos los lugares serán las mismas, pero no pueden traspasar el interés general, ni ir más allá de la seguridad o llevarnos a la degradación, y aquí está sucediendo y no podemos permitirlo. Lo grave que está pasando en San Andrés es claro ejemplo de ello, como también lo sería construir el puerto de Granadilla, porque conllevaría mucha degradación y porque es innecesario a todas luces, y alguien políticamente debe poner las cosas en su sitio, el sentido común así lo exige. Nosotros sólo podemos seguir luchando y reclamando lo que es justo, pero necesitamos de políticos honestos y congruentes con poder de decisión, para que nuestras luchas por el interés general fructifiquen, ¿hay alguien ahí?
© Cándido Quintana
Presidente de la Plataforma de Defensa del Puerto de Santa Cruz